Raquel Mansilla/Alicia Rivas
En la actualidad, se cuentan con 80.000 profesionales para más de 450.000 personas afectadas por la dependencia. Gran parte de los cuidadores siguen siendo miembros de la familia que sufren un desgaste progresivo dando lugar al “síndrome de la persona cuidadora quemada”.
El voluntariado y la buena fe no puede asumir la atención sociosanitaria que las personas dependientes necesitan y reclaman. El sector sociosanitario necesita personal con formación en el cuidado de personas, adquirir un conjunto de habilidades y conocer una serie de procedimientos adecuados y correctos con los que llevar a cabo y favorecer la seguridad e integridad de los dependientes.
Una de las situaciones que debemos asumir es el aumento de la esperanza de la vida. La población mayor de 65 años se sitúa actualmente en el 19% y se estima que este porcentaje se duplique en las próximas décadas.
Qué es la dependencia
La Ley de Promoción de la Autonomía y Atención a las Personas en situación de dependencia la define, por su parte, como “el estado de carácter permanente en que se encuentran las personas que, por razones derivadas de la edad, la enfermedad o la discapacidad, y ligadas a la falta o a la pérdida de autonomía física, mental, intelectual o sensorial, precisan de la atención de otra u otras personas o ayudas importantes para realizar actividades básicas de la vida diaria o, en el caso de las personas con discapacidad intelectual o enfermedad mental, de otros apoyos para su autonomía personal”.
Formación en Atención a Personas en Situación de Dependencia
Existe una formación en Grado Medio en Atención a Personas en Situación de Dependencia a la que se puede acceder con graduación en Educación Secundaria Obligatoria, habiendo superado segundo de Bachillerato o la prueba de acceso a la Universidad para mayores de 25 años, entre otros requisitos; y también certificados de profesionalidad que se pueden obtener en Centros de Formación homologados por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social.
Entre los conocimientos que se van a adquirir están:
- Realizar las tareas de higiene personal y vestido de las personas en situación de dependencia, aportando la ayuda precisa, favoreciendo al máximo su autonomía en las actividades de la vida diaria y manteniendo hacia ellos una actitud de respeto y profesionalidad.
- Organizar la intervención relativa a la alimentación supervisando los menús, preparando los alimentos y administrándolos cuando sea necesario.
- Realizar las actividades de mantenimiento y limpieza del domicilio garantizando las condiciones de habitabilidad, higiene y orden, con criterios de calidad, seguridad y cuidado del medio ambiente y, en su caso, tramitando la documentación pertinente.
- Realizar las intervenciones relacionadas con el estado físico de las personas en situación de dependencia siguiendo las pautas establecidas y mostrando en todo momento respeto por su intimidad.
- Realizar los traslados, movilizaciones y apoyo a la deambulación de las personas en situación de dependencia empleando los protocolos y las ayudas técnicas necesarias y adoptando medidas de prevención y seguridad.
Rol del cuidador y sus efectos en la Salud Mental
El rol del cuidador es una figura clave en la sociedad actual, ya que muchas personas dependen de ellos para llevar una vida funcional. Pero la realidad detrás de esto es mucho más compleja y puede conllevar repercusiones en la salud mental de quienes desempeñan esta labor.
Normalmente, adquieren este rol personas encargadas de atender y asistir a personas que atraviesan una enfermedad, demencia o envejecimiento, entre otras causas. Si bien, este rol es fundamental, también puede conllevar una gran carga emocional para la persona. A menudo, esta persona pone sus necesidades por debajo de las de la persona a la que cuida, lo que acaba llevando a un desgaste progresivo dando lugar al “síndrome de la persona cuidadora quemada”.
¿Cómo identificarlo?
Cansancio persistente, problemas de sueño, disminución o abandono de actividades gratificantes, desinterés por vivir experiencias novedosas, irritabilidad, dolores sin problemas de salud aparente, aislamiento social, estrés, ansiedad o ánimo decaído, son algunos de estos síntomas.
Este síndrome se da en aquellas personas que dedican gran parte de su tiempo y de su vida a cuidar, relegando a un segundo plano su cuidado emocional y físico. Una de las consecuencias más notables de ello es el agotamiento emocional, que puede desembocar en síntomas de ansiedad o depresión. A consecuencia de ello también pueden caer en el aislamiento social.
Es importante destacar también el papel de la culpa, pues muchas veces aparecen pensamientos irracionales en los que la persona cree que no está atendiendo suficientemente bien a su ser querido, o que delegar el cuidado a un profesional o institución supone un abandono.
Este conjunto de emociones, sensaciones y pensamientos pueden desembocar fácilmente en problemas de salud mental. Es fundamental que las sociedades reconozcan el valor de los cuidadores y que se tomen medidas para apoyarlos. Programas de descanso, acceso a asesoramiento psicológico y apoyo en la gestión de tiempo y tareas. Es esencial fomentar el reconocimiento de su labor no solo en el ámbito familiar sino también social y laboral.
¿Qué hacer para no caer en este síndrome?
- Establecer límites claros y saludables sobre las responsabilidades y el tiempo dedicado al cuidado. Establecer tiempos específicos para las tareas de cuidado y momentos de descanso.
- Pedir ayuda y delegar: el cuidado no debe recaer exclusivamente en una persona. Buscar ayuda externa, implicar a otros miembros de la familia, amigos o servicios profesionales de cuidado. Compartir las responsabilidades reduce considerablemente el estrés y la presión.
- Cuidarse a uno mismo: descansar, alimentarse bien, hacer ejercicio y dedicarse tiempo a uno mismo.
- Buscar apoyo emocional
- Reconocer señales de agotamiento
- Ajustar expectativas: no caer en la trampa del “cuidador perfecto”, no siempre se puede hacer todo.
- Tomar descansos
El síndrome de la persona cuidadora quemada es un riesgo real, pero puede prevenirse con estrategias adecuadas. La clave está en reconocer que para ser un buen cuidador, primero debes cuidar de ti mismo. Son pasos fundamentales el autocuidado, pedir ayuda, delegar y aprender a gestionar las expectativas para mantener un equilibrio saludable entre el cuidado de los demás y tu propio bienestar.
Inversión en dependencia a nivel nacional
Actualmente, la financiación en dependencia se ha incrementado en un 150% desde 2020 haciendo posible que en el último año, en 2024, la aportación estatal al sistema se haya elevado hasta la cifra de 3.411 millones de euros.
Aun así, muchos familiares siguen asumiendo las tareas de cuidado y muchas personas con dependencia continúan sin ser atendidos por profesionales correctamente formados y viviendo en el limbo de la Administración. Ya son cuatro de cada diez el número de familiares cuidadores que viven mensualmente recibiendo bajas prestaciones debido a la falta de inversión.